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martes, 2 de febrero de 2010

Situaciones Cotidianas - Miguel

Miguel caminaba lo más tranquilamente que podía, claramente no podía ser el mismo hombre callado que solo conocía su intimidad y que el -a veces- hubiese deseado ser en público. Esto ocurría por la simple razón que se encontraba acompañado de una importántisima amiga, a la cual despedía previo un largo viaje. Entre lo, a ratos, hiperquinético de Miguel y lo tranquila y algo cansada actitud frente a los saltitos de su acompañante, los dos deambulaban por las calles de su ciudad, mirando a los transeúntes (pelándolos, sin duda) y llevando a cabo el típico acto de aquél que no tiene niuno, es decir: Vitriniar. En tanto recorrían la ciudad y el sol se iba volviéndo más feroz en sus cabezas decidieron finalmente llegar a esas típicas ferias de lugar turístico, en donde lo único "artesanal" vienen siendo los arreglos de sus vendedores a los locales, y de vez en cuando una que otra escapada artística de los locatarios.
Ya habían conversado todo (es mucho decir, no?) cuando depronto ciertos cerditos de greda llamaron la atención de Miguel, quien sin mucha prisa (quizá nunca la ha tenido) preguntó el precio de tales alcancías. En cuestión de segundos su vista pasó de los detalles del porcino de greda y su infaltable rendija en el lomo a la figura de quien vendía dicho producto. Ella, de ojos alegres, tan solo con la mirada y la expresión en el rostro le impulsó a preguntar una mal ordenada oración que - predeciblemente - luego de pasar por todo un elaboradícimo plan de conquista terminó siendo un banal: "¿cuánto cuesta?". A lo que la interrogada contestó con una más amplia sonrisa aún el precio y para Miguel (quien yacía ensangrentado en el suelo) ese fue el tiro de gracia.
Quizá el pensó que podría verla otra vez, volver con algo más inteligente que decir...y mientras todo esto pasaba por su cabeza y si bien su rostro aún no alcanzaba esa preocupante serie de gesticulaciones que suelen llevar a cabo aquellos que estudian mentalmente las diversas posibilidades de una acción en un lugar con más personas, comenzó a caminar lentamente, seguido de su acompañante a la cual le escuchó decir: "...y claro, un gusto volver a verte, chao.".
¿Desde cuando la conoces?.Estuvimos en una actividad juntos, hace tiempo.¿Y por qué no me la presentas?. Ayyy, si no la conozco tanto, ni si quiera recordaba como se llamaba. Pero... . Ah, olvídalo.
A las horas después ella ya había dejado de cantar en su cabeza y, como es de costumbre, Miguel había puesto en el podio de sus musas a alguna otra. Pero aún así el destino aún no estaba a gusto y unos días después nuevamente Miguel se encontró caminando por el mismo lugar, esta vez solo. En vista de que se encontraba cerca se dirigió hacia el local con la intención de entablar una conversación que pudiera salir del ámbito económico, lo que consiguió por fin fue pasar acarreando un cúmulo de espectativas que calleron estrepitosamente al observar a la vendedora inmersa en una conversación via celular, de espaldas al público. Siguió su rumbo semi-errante y al rato debió haber decidido el rumbo nuevamente, pero con la idea de la derrota presente.
Pero no todo estaba perdido, y varios días después volvió a pasar por el lugar ahora con otra acompañante. Inocentemente -je- Miguel llevó a su acompañante a ver a aquellos hipermanipulados cerdos y, nuevamente en contra de todos sus cálculos, el plan se vino abajo, solo que esta vez de manera positiva. Ella con una sonrisa le dijo: ¿Como está usted?. -a lo que contestó- ¿"Ud."?. Jajaja. Tú eres el que estaba acompañando a esa chica...no recuerdo como se llama. Si a ella misma. y bueno...
En fin, la conversación fluyó así de simple, sin obras ensayadas ni frenazos desesperados. Esta no duró mucho, aunque Miguel pensó que esa sin duda era una llave, una llave que no esperaría en utilizar.
Cuando este se dirigía a su acompañante - la cual ya se encontraba lejos - preguntó el nombre de tan dichosa musa que había vuelto a reclamar el podio de las mujeres fugaces de Miguel y ella tan solo con la mirada le contestó el nombre que el ya conocía.

Por D.F.

Fotografías: Henri Cartier-Bresson

1 comentario:

chamico dijo...

para esas ocasiones hay que andar relajadamente relajado, aunque un tema de respaldo pa conversar no es malo.

un abrazo diego, sigue escribiendo siempre!