Un domingo en el baño - Por D.F.

Miguel, sentado en el wáter, lee el diario. Es día domingo y no tiene que trabaja, tampoco hay mucho que hacer en un departamento pequeño y vacío como ese, por lo que se toma su tiempo y comienza por las noticias nacionales.

Fuera del departamento, en la calle, se escucha a los niños jugar y el pesado ambiente de último día de la semana pierde un poco aquel sopor dominguero.

Abstraído en su lectura, recorre la vista por las letras cargadas de hipocresías y eufemismos: uno que otro político acierta de manera tímida en sus declaraciones (ocurre que no es cosa de su trabajo ser asertivos, y menos, honestos); los dirigentes se disputan el primer lugar en llenar sus bolsillos del erario público. Nada fuera de lo común, pero de todas maneras lo emputece.

Cuando salta su vista al cuerpo internacional su humor no cambia, varios países siguen en guerra pero a su lado encuentra una columna mucho mayor sobre tal o cual figurita televisiva, y entre tanta teta se le va olvidando a la gente que del mismo plástico queman a personas en no se qué zona de conflicto.

Su rostro se arruga y contorsiona, y no sabe si esto es producto de las lecturas o su labor en el baño, de todas maneras – y por las dudas - se apura en terminar con las dos cosas.

La sección de cultura del diario no se sale de lo común, solo que esta vez el bestseller recomendado llega a ser uno de esos libritos de autoayuda con nombres pomposos que él no conocía, ni siquiera su autor.

El mareo lo adormece un poco, pero carga la culpa a los gases emanados de su labor.

Busca el papel higiénico y se da cuenta que ya no queda, por lo que su rostro cambia inmediatamente de expresión, encontrando respuesta a tanto tiempo perdido recorriendo las falacias del periódico semanal: “todo vuelve a sus orígenes” – sonríe, dándole un uso práctico a tamaño cúmulo de banalidades y mentiras.