Blancoynegro - Diego F.

Hola hola! Entre estudio y estudio me quedó tiempo para escribir un cuento, no lo he revisado así que puede que tenga algunos errores...pero eso lo que salió del alma. Espero les guste.

Dijiste que no volverías a volar y, aunque la música de circo seguía sonando (el show aún no termina) y aunque el maquillaje ni el traje me los había quitado, te creí – No fui capas de darme cuenta que nuevamente me embaucarías, que tú y tus alas de miedo, tus alas inseguras, tu aleteo improbable, divergente, eran una realidad cercana: no se ha terminado – creí tu mentira en pleno show , y ni siquiera la música acababa de sonar.

Yo alzaba mi paraguas negro y con esa canción amarga tu alzabas el vuelo luego de la promesa. Claro que no me percaté de ello, solo cuando estabas a la altura de la liana de los monos fue que corrí el paraguas y te vi montando el cielo blancoynegro. El presentador daba el pié al siguiente número. No entendí lo que decía.

Tengo que admitir que este circo me ha dado todo lo que he querido: me dio un trabajo relativamente estable y la posibilidad de conocer algo del mundo (antes era un mimo de una plaza perdida en un pueblito olvidado), además te conocí a ti y a tus alas de miedo.

Recuerdo que te vi por primera vez cuando discutías con el hombre gigante. Él era tu pareja y creías que te mantendría algo más atada a la tierra, porque a las chicas les gustan los hombres que las atan a las tierra, así saben que no volarán. Pero tú aún así volaste y no bastó mucho para que tu vuelo de mariposa te llevara lejos de él. Entonces me acerqué a ti y poco a poco nos fuimos conociendo y amando (poco a poco. No quería que volaras de mí también). Finalmente llegamos al momento que yo creí que tu promesa era cierta, que no volarías porque te enfrentarías a tus alas de miedo, de inseguridad. Y cuando te dije que nos casáramos sonreíste tan ampliamente que casi se me salió el maquillaje y mi paraguas salió disparado con una brisa.

Pero no cumpliste tu promesa.

Dejo de mirar el cielo blancoynegro (lo cubro con mi paraguas) y el “show debe continuar”, miro unos momentos al público y hago los últimos movimientos (ellos entienden todo, lo veo en sus rostros). La música se pone aún más amarga y da el pie para el cierre de mi actuación – el presentador nuevamente dice algo, no lo entiendo – me siento en esa sillita frente a mi mesa de maquillaje y saco los algodones, cierro el paraguas y lo dejo a mi lado. Así como todo cierre de mimos, poco a poco me quito el maquillaje, la música más amarga y más fuerte en mi cabeza. En ese momento solo pienso en ti y tus alas y que me dejaste y que ya no hay máscaras, veo el anillo en la mesa y el público a lo lejos pone cara de horror, quizá comprendan lo que me pasa, quizá sea tan buen mimo que muestro lo más profundo de mi alma.

En ese momento entiendo lo que había dicho el presentador, pues el mío era el penúltimo acto antes de terminar la presentación de esta noche.

Entonces comprendo los rostros aterrorizados del público y me veo rodeado de los leones del número final. Dejo caer mi paraguas y miro al cielo. Ya no estás.

Diego F.