Sólo fueron tres balas, incluso al aire, y la Sagrada Trinidad calló agónica a mis pies. Mientras observaba sus últimos suspiros me percaté de que esos tiros inocentes, para probar el arma, habían desencadenado una verdad bíblica. ¿Quién hubiese imaginado que el final de los días estaría marcado por una acción de un jovenzuelo común, quien jamás se había cuestionado la existencia de dios algunos y, más bien, podría haber vivido entre ellos y sus milagros sin percibir en lo más mínimo su presente?.
Diego F.
3 comentarios:
ese es el problema
no vivr el presente, que es lo único que existe.
Chapeau.
(microcomentario para el microcuento que escribes en lo que te da tu microtiempo, ostia tu, si al final va salir mas larga la explicacion del comentario que el comentario en si.)
hahah
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