¿Qué hora es? – no se veía nada, la tenue luz que alumbraba desde la ventana descubría una que otra partícula de polvo en el aire, la pieza estaba oscura, la casa en silencio – Has dormido todo el día, y yo aquí mirándote. Te amo.
-Siempre tan despierta, debe ser porque ayer trabajé, ya sabes, lo de guardia.
-Te entiendo, no te preocupes, me gusta verte dormir. Aunque me gustaría hacer otras cosas.
-Entonces hagamos otras cosas – Besos y risas llenan el cuarto oscuro, algunas tablas rechinan en el piso. El sonido de los corazones acelerados, de la sangre agolpada, calienta el aire del lugar. Caricias. Besos. Más besos y caricias. Algo de polvo se levanta del suelo, de los muebles.
Al ratos las respiraciones se volvieron a calmar, el sonido del roce de los cuerpos se confunde con la danza cadente de los árboles de la ventana, mecidos por el viento.
-Hay Luna Llena.
-Siempre hay Luna Llena. ¿No te parece extraño?
-No lo creo, el mundo, así como todo, tiene sus ciclos; luego vendrá Cuarto Menguante y las demás fases.
Risas coquetas.
-No me refiero a eso, sino… olvídalo. – se escuchan ruidos en el primer piso de la casa, algunos murmullos –
-¿Escuchaste?
-Serán los niños, fueron a comer algo.
-Quizás los despertamos – Se ríen y se besan. En las penumbras no se ven, pero aunque sus rostros desaparecieran se reconocerían: las manos acostumbradas a las curvas, a sus pechos, los ojos a las miradas, sus narices y sus lenguas a esos olores y sabores.
-De verdad, ¿les habrá pasado algo?
-Ya habrían tocado la puerta, o escucharíamos los llantos de la niña.
-Tienes razón ¿sabes? Siento que estas noches son eternas, y eso me gusta. Me gusta más porque estás tú. Dormido y todo, pero estás.
Sus cuerpos se volvieron a enredar y una vez más los alientos se confundieron, las manos buscaron nuevos escondites y los cuerpos se remecieron ante la inminente sensación de abismo.
Ella se apoyaba en su pecho, sentía el ritmo de sus latidos.
-Ahora sí que vienen los niños. Siento que suben por las escaleras. Mejor vistámonos.
La puerta se abre y unas linternas alumbran el cuarto. Las luces recorren la habitación empolvada, ya casi sin muebles a causa del voraz apetito de la terminas. El polvo flota en el aire.
-¿Hola, hay alguien aquí?
-Ya, vámonos, me asusta esto.
-¿Pero no oíste esos ruidos? Te dije que este lugar estaba embrujado. ¡Si en esta casa murió una pareja!
4 comentarios:
que rico el ritmo, me gustó! el final no me convenció tanto eso si :P
Si, puede ser. Lo que pasa es que me estaba probando a ver si podía escribir un cuento sin la necesidad de un ataque de inspiración. Sino con la sola motivación de escribir.
oooh, bacán! yo funciono a puros ataques, escritura catártica :S
mucho cartucho.
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